El Espíritu Santo no trae esclavitud, sino libertad y liberación. Donde Él está, no pueden permanecer tinieblas, ni pecado, ni mundanalidad. El Espíritu Santo es poder, y donde Él está presente hay salvación, hay liberación, hay alegría y transformación. Donde el Señor desciende, el lugar no puede estar en silencio o inmóvil. Todo tiembla y se transforma. Su Poder y Su Presencia nunca dejan el silencio. No hay lugar para que permanezcan el pecado, la enfermedad, los demonios, las prisiones, la oscuridad y la esclavitud. Él es la Libertad misma y la Alegría en Persona. Allí se predica la Palabra no sólo con sabiduría, sino también con Poder y manifestaciones sobrenaturales de la gloria de Dios. Solo puedes ser libre si tienes el Espíritu Santo dentro de ti. Fuera de esto está la falsa libertad y el engaño. Él es quien lleva la Luz Divina y de hecho libera no sólo el exterior, sino también el espíritu y el alma de todos los que lo reciben.
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