"Justicia y juicio son la compostura de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro." (Salmo 89:14)
Desde los tiempos eternos, Dios ha establecido todas las cosas bajo leyes, bajo un juicio, bajo una responsabilidad y bajo un juicio celestial, bajo el gobierno superior de los cielos, desde donde gobierna, juzga y reina sobre todo por medio de la justicia. El hombre, al ser creado, como todos los seres celestiales y demás razas ascendidas de universos superexistentes, recibió un corazón, un intelecto racional y una conciencia propia, con facultad de percibir, sentir, interpretar y juzgar libremente. Dios es magnífico, y Él ha dado el don de la vida a todo ya cada ser que Él creó. La vida es el soplo y una pequeña copia, una chispa del Ser de Dios, libre e independiente, en cuestión de conciencia y poder para juzgar autónomamente, ciertamente no con el mismo poder y grandeza del Creador, pero sí con las mismas facultades personales de Su Ser Eterno, en cuestión de conciencia, autoexistencia, facultad de razonar, pensar y sentir por sí mismos, para que viva y exista personalmente como un ser que tiene una existencia e identidad particular, sin sufrir absolutamente ninguna imposición de voluntad forzada o intervención compulsiva de Dios sobre sus sentimientos, entendimiento, juicios y elecciones. Los seres creados, al recibir el don de la vida, son autoexistentes y libres para ver, creer y juzgar por sí mismos cuando se les manifiestan la Sublime Persona, los atributos y las obras de Dios establecidos en todo el ámbito de la Creación: Su eterno poder, sus maravillas, su grandeza, su majestad, su esplendor, su justicia, su sabiduría, su bondad, su amor, su gloria y su verdad.
"Formó, pues, El SEÑOR Dios al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un alma viviente." (Génesis 2:7)
Dios creó al hombre y a todas las huestes celestiales bajo Su Reino Superior de Luz, y les dio el don de la vida, por el cual se mueven, viven y existen. El hombre, en el principio, recibió la vida, y las razas celestiales ascendidas y los ángeles también la recibieron, con la misma libertad de ver, interpretar, creer, percibir y juzgar por la razón misma. Dios es bueno, magnífico y grande, lleno de gracia y de amor, y habiendo dado el don de la vida a cada criatura que formó, con el soplo de su boca les ha dado una conciencia, un corazón y una existencia libre, y Él quiere ser creído, reconocido y amado con la más absoluta libertad por parte de aquellos a quienes concedió su don extraordinario. Todo ser que vive y existe es como una pequeña copia de la vida misma, del Ser y de la existencia del Santísimo Padre Todopoderoso, aunque, evidentemente, no con el mismo poder, trascendencia y grandeza de Él, porque Él es el propio Creador de la Vida, y Él vive, existe y tiene poder eternamente sobre todo, y todo lo que es y se explica. Él es el único Dios verdadero, el Arquitecto de la Luz, que vive y subsiste antes y por encima de todos los ciclos existenciales eternos, Él es el Principio y el Fin de todas las cosas, Él creó todas las cosas en Su Hijo, dentro de la existencia o inexistencia, incluso el ser, sentir, espacio, tiempo, existir, hoy, siempre y la eternidad.
Desde los tiempos eternos, Dios ha establecido todas las cosas bajo leyes, bajo un juicio, bajo una responsabilidad y bajo un juicio celestial, bajo el gobierno superior de los cielos, desde donde gobierna, juzga y reina sobre todo por medio de la justicia. El hombre, al ser creado, como todos los seres celestiales y demás razas ascendidas de universos superexistentes, recibió un corazón, un intelecto racional y una conciencia propia, con facultad de percibir, sentir, interpretar y juzgar libremente. Dios es magnífico, y Él ha dado el don de la vida a todo ya cada ser que Él creó. La vida es el soplo y una pequeña copia, una chispa del Ser de Dios, libre e independiente, en cuestión de conciencia y poder para juzgar autónomamente, ciertamente no con el mismo poder y grandeza del Creador, pero sí con las mismas facultades personales de Su Ser Eterno, en cuestión de conciencia, autoexistencia, facultad de razonar, pensar y sentir por sí mismos, para que viva y exista personalmente como un ser que tiene una existencia e identidad particular, sin sufrir absolutamente ninguna imposición de voluntad forzada o intervención compulsiva de Dios sobre sus sentimientos, entendimiento, juicios y elecciones. Los seres creados, al recibir el don de la vida, son autoexistentes y libres para ver, creer y juzgar por sí mismos cuando se les manifiestan la Sublime Persona, los atributos y las obras de Dios establecidos en todo el ámbito de la Creación: Su eterno poder, sus maravillas, su grandeza, su majestad, su esplendor, su justicia, su sabiduría, su bondad, su amor, su gloria y su verdad.
"Formó, pues, El SEÑOR Dios al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un alma viviente." (Génesis 2:7)
Dios creó al hombre y a todas las huestes celestiales bajo Su Reino Superior de Luz, y les dio el don de la vida, por el cual se mueven, viven y existen. El hombre, en el principio, recibió la vida, y las razas celestiales ascendidas y los ángeles también la recibieron, con la misma libertad de ver, interpretar, creer, percibir y juzgar por la razón misma. Dios es bueno, magnífico y grande, lleno de gracia y de amor, y habiendo dado el don de la vida a cada criatura que formó, con el soplo de su boca les ha dado una conciencia, un corazón y una existencia libre, y Él quiere ser creído, reconocido y amado con la más absoluta libertad por parte de aquellos a quienes concedió su don extraordinario. Todo ser que vive y existe es como una pequeña copia de la vida misma, del Ser y de la existencia del Santísimo Padre Todopoderoso, aunque, evidentemente, no con el mismo poder, trascendencia y grandeza de Él, porque Él es el propio Creador de la Vida, y Él vive, existe y tiene poder eternamente sobre todo, y todo lo que es y se explica. Él es el único Dios verdadero, el Arquitecto de la Luz, que vive y subsiste antes y por encima de todos los ciclos existenciales eternos, Él es el Principio y el Fin de todas las cosas, Él creó todas las cosas en Su Hijo, dentro de la existencia o inexistencia, incluso el ser, sentir, espacio, tiempo, existir, hoy, siempre y la eternidad.
"Con la palabra del SEÑOR fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos con el espíritu de su boca." (Salmo 33:6)
Ha placido al bendito consejo de su voluntad crear todas las cosas en misterio a todos los seres, aun a los sublimes ángeles de luz que sobreexisten llenos de poder en la eternidad, para que por este ocultamiento parcial de su Ser, que es inalcanzable, y de la verdad superior absoluta, fuera posible crear la Fe, la conciencia, el libre albedrío, la inteligencia, el entendimiento, el razonamiento, la sabiduría, la razón, la libertad, la elección, la moral, las virtudes, la ética, la responsabilidad, la justicia y el juicio, para que Su Eterno Ser, el pleno y la Verdad Superior absoluta, en un plano mayor, es inalcanzable, insondable e inalcanzable, aun por los ángeles y seres superiores de luz, por lo que el valor de la Fe y la Justicia Divina, que viene por la Fe en la Palabra y en las manifestaciones de la obras de Dios, en el Cielo y en la Tierra. Así, porque agradó su sabia voluntad, desde el principio, sólo puede, quiere y se da a conocer principalmente por la Fe, cuando se revela en misterio por el anuncio de su Palabra, de sus Leyes, por las obras de la creación y para la ejecución de Sus magníficos juicios y actos de justicia a través de los siglos, incluso entre los seres celestiales. Él creó todas las cosas por Fe, por Decreto de Su Palabra, que es Cristo Hijo, incluso universos ascendidos y mundos de luz, razas de otros reinos existenciales paralelos de la Creación, familias celestiales que prevalecieron en la Fe y no cayeron como Adán, e instituyó todas las cosas para que el valor de la Fe y la Justicia se estableciera como principio primordial para el juicio de todos los seres creados.
Ha placido al bendito consejo de su voluntad crear todas las cosas en misterio a todos los seres, aun a los sublimes ángeles de luz que sobreexisten llenos de poder en la eternidad, para que por este ocultamiento parcial de su Ser, que es inalcanzable, y de la verdad superior absoluta, fuera posible crear la Fe, la conciencia, el libre albedrío, la inteligencia, el entendimiento, el razonamiento, la sabiduría, la razón, la libertad, la elección, la moral, las virtudes, la ética, la responsabilidad, la justicia y el juicio, para que Su Eterno Ser, el pleno y la Verdad Superior absoluta, en un plano mayor, es inalcanzable, insondable e inalcanzable, aun por los ángeles y seres superiores de luz, por lo que el valor de la Fe y la Justicia Divina, que viene por la Fe en la Palabra y en las manifestaciones de la obras de Dios, en el Cielo y en la Tierra. Así, porque agradó su sabia voluntad, desde el principio, sólo puede, quiere y se da a conocer principalmente por la Fe, cuando se revela en misterio por el anuncio de su Palabra, de sus Leyes, por las obras de la creación y para la ejecución de Sus magníficos juicios y actos de justicia a través de los siglos, incluso entre los seres celestiales. Él creó todas las cosas por Fe, por Decreto de Su Palabra, que es Cristo Hijo, incluso universos ascendidos y mundos de luz, razas de otros reinos existenciales paralelos de la Creación, familias celestiales que prevalecieron en la Fe y no cayeron como Adán, e instituyó todas las cosas para que el valor de la Fe y la Justicia se estableciera como principio primordial para el juicio de todos los seres creados.
"Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo hecho lo que se ve, de lo que no se veía." (Hebreos 11:3)
Así, desde el principio de la Creación, se instituyó el principio de la Fe en Dios, que es Fiel y Justo, Santo y Verdadero, a través de la presentación metafórica de Su Ser Eterno y de Su Verdad, por la proclamación de Su Palabra, por la evidencia de Sus Leyes y manifestaciones de Su Eterno Poder, impresas en Sus grandes Obras. Él se revela en parábolas a todos los que Él creó, y aun los ángeles que ven Su rostro no poseen el conocimiento absoluto del Todopoderoso, porque a Él le ha placido ser conocido primero a través de la Fe. Pienso que sería imposible para cualquier ser soportar ver al Todopoderoso en toda la plenitud de Su Ser Infinitamente Trascendente y continuar subsistiendo. Sólo el Hijo de Dios conoce al Padre en plenitud, y aquellos a quienes el Hijo quiere revelárselos. Sin embargo, este conocimiento comienza por la Fe en Su Palabra y las Evidencias de la Creación, conociendo al Señor primero en misterio y amor, y como Dios es Infinito, Maravilloso y Trascendente (Él existe independientemente de la existencia misma), se nos mandó que “conoceremos, y proseguiremos en conocer al SEÑOR." (Oseas 6:3). A través de una Creación que fue hecha por la Fe y existe bajo la Fe en el Bendito y Todopoderoso Padre Supremo, viene la existencia de la conciencia, responsabilidad, juicio y justicia de Dios sobre todo, porque Él, que creó todo en misterio, sin embargo, es revelado, presentado, y mostrado claramente a todos por Su Palabra, por la majestad de Sus obras creadas, y por Sus poderosos y justos actos de juicio a través de las edades en todos los ámbitos de Su dominio.
"¡Cuán muchas son tus obras, oh SEÑOR! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tu posesión." (Salmo 104:24)
Una vez instituida la Fe, y manifestada plenamente la Justicia de Dios hacia todos, sin discriminación, se crea en cada ser que vive y respira, la conciencia, la responsabilidad de sus actos, y el sentido del juicio, dándoseles el derecho libre de creer o no creer en el Creador, de aceptar o rechazar las evidencias de Su Poder Divino, Su Justicia, Su Fidelidad, Su Carácter, Su Supremo Gobierno y Su Eterna Verdad. Y puesto que cada ser, en el principio, fue creado libre y dotado de conciencia, habiéndose manifestado a todos la existencia de Dios y su poder, sin discriminación de nadie, se crea en cada uno la responsabilidad legítima y eficiente de las obras que cada uno practica y por los juicios que pronuncien, manifestando si creen o no en la verdad de Dios competentemente presentada, y siendo legalmente responsables e imputables, según el fruto de sus obras, si han hecho bien o mal. Incluso después de la caída de Adán, Dios proveyó la salvación para todos en Cristo, y debido a la obra expiatoria de Cristo, que fue determinada desde el principio, todavía habrá una conciencia y una oportunidad para el arrepentimiento en el corazón del hombre, y en la conciencia de este están escritas las leyes de la justicia y la verdad de Dios, incluso sobre aquellos que nunca han oído Su Palabra Específica Revelada. Según las Escrituras, Dios no hace acepción de personas y no ve las apariencias sino el interior del corazón y conoce los pensamientos e intenciones ocultos de todos. Hasta el más pequeño y limitado de todos los hombres tiene conciencia, y puede perfectamente decidir si creer o no en la Verdad del Padre Eterno de Justicia, porque Él conoce la condición de cada uno, y hasta el corazón más afligido y oprimido puede creer y clamar, dentro de él, por el Creador.
Así, desde el principio de la Creación, se instituyó el principio de la Fe en Dios, que es Fiel y Justo, Santo y Verdadero, a través de la presentación metafórica de Su Ser Eterno y de Su Verdad, por la proclamación de Su Palabra, por la evidencia de Sus Leyes y manifestaciones de Su Eterno Poder, impresas en Sus grandes Obras. Él se revela en parábolas a todos los que Él creó, y aun los ángeles que ven Su rostro no poseen el conocimiento absoluto del Todopoderoso, porque a Él le ha placido ser conocido primero a través de la Fe. Pienso que sería imposible para cualquier ser soportar ver al Todopoderoso en toda la plenitud de Su Ser Infinitamente Trascendente y continuar subsistiendo. Sólo el Hijo de Dios conoce al Padre en plenitud, y aquellos a quienes el Hijo quiere revelárselos. Sin embargo, este conocimiento comienza por la Fe en Su Palabra y las Evidencias de la Creación, conociendo al Señor primero en misterio y amor, y como Dios es Infinito, Maravilloso y Trascendente (Él existe independientemente de la existencia misma), se nos mandó que “conoceremos, y proseguiremos en conocer al SEÑOR." (Oseas 6:3). A través de una Creación que fue hecha por la Fe y existe bajo la Fe en el Bendito y Todopoderoso Padre Supremo, viene la existencia de la conciencia, responsabilidad, juicio y justicia de Dios sobre todo, porque Él, que creó todo en misterio, sin embargo, es revelado, presentado, y mostrado claramente a todos por Su Palabra, por la majestad de Sus obras creadas, y por Sus poderosos y justos actos de juicio a través de las edades en todos los ámbitos de Su dominio.
"¡Cuán muchas son tus obras, oh SEÑOR! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tu posesión." (Salmo 104:24)
Una vez instituida la Fe, y manifestada plenamente la Justicia de Dios hacia todos, sin discriminación, se crea en cada ser que vive y respira, la conciencia, la responsabilidad de sus actos, y el sentido del juicio, dándoseles el derecho libre de creer o no creer en el Creador, de aceptar o rechazar las evidencias de Su Poder Divino, Su Justicia, Su Fidelidad, Su Carácter, Su Supremo Gobierno y Su Eterna Verdad. Y puesto que cada ser, en el principio, fue creado libre y dotado de conciencia, habiéndose manifestado a todos la existencia de Dios y su poder, sin discriminación de nadie, se crea en cada uno la responsabilidad legítima y eficiente de las obras que cada uno practica y por los juicios que pronuncien, manifestando si creen o no en la verdad de Dios competentemente presentada, y siendo legalmente responsables e imputables, según el fruto de sus obras, si han hecho bien o mal. Incluso después de la caída de Adán, Dios proveyó la salvación para todos en Cristo, y debido a la obra expiatoria de Cristo, que fue determinada desde el principio, todavía habrá una conciencia y una oportunidad para el arrepentimiento en el corazón del hombre, y en la conciencia de este están escritas las leyes de la justicia y la verdad de Dios, incluso sobre aquellos que nunca han oído Su Palabra Específica Revelada. Según las Escrituras, Dios no hace acepción de personas y no ve las apariencias sino el interior del corazón y conoce los pensamientos e intenciones ocultos de todos. Hasta el más pequeño y limitado de todos los hombres tiene conciencia, y puede perfectamente decidir si creer o no en la Verdad del Padre Eterno de Justicia, porque Él conoce la condición de cada uno, y hasta el corazón más afligido y oprimido puede creer y clamar, dentro de él, por el Creador.
"mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio juntamente sus conciencias, acusándose y también excusándose sus consejos unos con otros, en el día que juzgará Dios lo encubierto de los hombres, conforme a mi Evangelio, por Jesús el Cristo." (Romanos 2:15-16)
Dios gobierna sobre todo, y dentro de este gobierno supremo ha establecido preceptos y leyes sobre todos, sin discriminar a nadie, y por sus leyes, que son fieles y justas, juzga a todos con fidelidad y justicia. Él ha instituido cada ley para que sea universal y justa, y plenamente suportable, ejecutable y practicable. Practicar la justicia de Dios, someterse y obedecer sus leyes, está al alcance de todos. Sus leyes son santas, sabias, justas, racionales, justas, suficientes, misericordiosas y comprensibles. Por Sus justas leyes todos los pueblos de la Creación caminan en la luz, y todos los universos y reinos superiores siguen subsistiendo en armonía, felicidad y paz. Las justas leyes celestiales de Dios sirven a todos los seres de la creación para que caminen en la luz y encuentren los caminos de la vida, y que, por medio de la fe en Él, lo engrandezcan y glorifiquen en la victoria permanente de la verdad. Las leyes superiores de Dios promueven la paz de la eternidad y de todos los universos, promueven Su gloria y Su excelsa justicia. Todas las familias y ejércitos de los pueblos celestiales de la Creación dan testimonio de que las leyes de Dios son verdaderas, fieles y justas, y dignas de ser obedecidas para siempre, porque promueven la vida y la paz, y reflejan el carácter fiel, la gloria, la justicia y el juicio del Creador entre todos los que creen en él y son llamados por su nombre, que es bendito eternamente.
"La ley del SEÑOR es perfecta, que convierte el alma; el testimonio del SEÑOR es fiel, que hace sabio al pequeño." (Salmo 19:7)
El pecado es la transgresión de la ley de Dios, que es justa. Es un acto deliberado y consciente de incredulidad, rebelión y desprecio contra la Justicia Insondable del Eterno Todopoderoso. Es una forma intencional, deliberada y consciente de decir que Él es indigno, desleal e injusto. En resumen, el pecado es el horror de atribuir la iniquidad al Creador Santo y Omnisciente. Practicar el pecado es practicar la mentira, la injusticia y la iniquidad. El hombre siempre ha tenido leyes a seguir, desde Adán, quien recibió la vida eterna y todo el esplendor de la riqueza y la vida en la Tierra, para luego heredar el Universo sin fin, e incluso él vivía bajo las leyes universales de Dios y había recibido un mandamiento, una pequeña ley personal, a través de la cual demostrar Su Fe en la integridad y fidelidad de Dios y Sus propósitos. Al pueblo de Israel se le dio una ley especial para ellos, que reflejaba la ley superior y celestial de Dios, aunque no era la suya propia, y era específica para ellos. Todo acto hecho bajo incredulidad contra Dios es pecado. Dios es bueno, y su misericordia es para siempre, y también es justo, y ama el derecho y la justicia, dice la Escritura. Hacer cualquier obra que diga que Dios es malo e injusto es un tremendo acto de incredulidad, calumnia y pecado contra Su Inmutable Integridad. Decir que Dios es mentiroso es quizás el más detestable de todos los pecados. Los egoístas, los orgullosos y los autosuficientes apestan en las narices de Dios. Los impuros, adúlteros y libertinos son como cánceres en su santa Tierra creada para la luz. Los hermanos que dicen ser de la fe, que odian a otros hermanos y tienen disputas carnales unos con otros, son colocados de antemano en el lagar de los apóstatas. Tener celos, envidia y competición entre personas similares bajo el mismo sol es una pequeñez de espíritu. El odio carnal destruye al mismo ser que lo posee. Odiar a tu prójimo y quitarle la vida a tu prójimo es también uno de los más negros actos demoníacos, y la más negra calumnia contra el carácter del Padre Eterno, porque quitar o dar la vida es un derecho totalmente exclusivo de Él, pues Él dice, manifiesta y demuestra claramente que la esencia de su naturaleza es el más puro perdón y amor, y sólo Él conoce el estado en que los impíos llegan a merecer juicio y pena capital.
"Cualquiera que hace pecado, traspasa también la ley; y el pecado es transgresión de la Ley." (1 Juan 3:4)
Dios, en Cristo, vuelve a conceder el don de la vida a todos, sin discriminar a nadie, con la única condición de que el hombre se arrepienta y crea en el Evangelio, aunque en este mundo caído las condiciones de cada uno pueden ser sumamente diferentes, entre ricos y pobres, pequeños y poderosos, atribulados y descansados, porque en el juicio todas las condiciones serán consideradas en la debida proporción. La vida existe y fue creada para la Gloria de Dios, y para la Celebración de Su Grandeza, y para la alabanza de Su Gracia. Sabemos que Adán, el primer hombre, pecó en el principio, permitiendo legalmente que la corrupción y la muerte entraran en el mundo, pero Dios nos envió a Jesús, su Hijo, al mundo para morir por nuestros pecados, restablecer la justicia de Dios en este mundo y danos una nueva oportunidad de arrepentimiento, fe y salvación. Jesucristo el Hijo es llamado la Justicia de Dios. Todo aquel que se arrepienta de sus pecados y crea en Su Nombre, a través de la Fe, creyendo en la Verdad de Dios, recibirá el perdón y el Don de la Vida Eterna. Ahora bien, la justicia de Dios sobre este mundo se ha establecido de nuevo en Cristo, para la justificación y salvación de todo aquel que cree. Sin Cristo, este mundo no tendría ni siquiera la posibilidad de elegir entre creer o no creer en Dios, ni entre elegir entre el bien y el mal, porque en Adán, este mundo ya había ejercido su Fe, su conciencia y su elección, en una manera definitiva, contra el Creador. Jesucristo, el Hijo, que se hizo hombre por todos, fue quien recuperó la humanidad para Dios mediante el sacrificio de su vida perfecta y de su sangre inocente, derramada por los pecados de todos y por la salvación de los que creen. Por la obra expiatoria de Cristo, se ha vuelto a establecer en el mundo el Reino de Dios, que juzga con justicia, aunque el imperio de las tinieblas sigue dominando entre los incrédulos y en los sistemas seculares de los mismos, porque se les permitió seguir actuando, aun después de haber sido totalmente derrotados, para que la prueba de la Fe entre todos se cumpla hasta el tiempo del fin.
Dios gobierna sobre todo, y dentro de este gobierno supremo ha establecido preceptos y leyes sobre todos, sin discriminar a nadie, y por sus leyes, que son fieles y justas, juzga a todos con fidelidad y justicia. Él ha instituido cada ley para que sea universal y justa, y plenamente suportable, ejecutable y practicable. Practicar la justicia de Dios, someterse y obedecer sus leyes, está al alcance de todos. Sus leyes son santas, sabias, justas, racionales, justas, suficientes, misericordiosas y comprensibles. Por Sus justas leyes todos los pueblos de la Creación caminan en la luz, y todos los universos y reinos superiores siguen subsistiendo en armonía, felicidad y paz. Las justas leyes celestiales de Dios sirven a todos los seres de la creación para que caminen en la luz y encuentren los caminos de la vida, y que, por medio de la fe en Él, lo engrandezcan y glorifiquen en la victoria permanente de la verdad. Las leyes superiores de Dios promueven la paz de la eternidad y de todos los universos, promueven Su gloria y Su excelsa justicia. Todas las familias y ejércitos de los pueblos celestiales de la Creación dan testimonio de que las leyes de Dios son verdaderas, fieles y justas, y dignas de ser obedecidas para siempre, porque promueven la vida y la paz, y reflejan el carácter fiel, la gloria, la justicia y el juicio del Creador entre todos los que creen en él y son llamados por su nombre, que es bendito eternamente.
"La ley del SEÑOR es perfecta, que convierte el alma; el testimonio del SEÑOR es fiel, que hace sabio al pequeño." (Salmo 19:7)
El pecado es la transgresión de la ley de Dios, que es justa. Es un acto deliberado y consciente de incredulidad, rebelión y desprecio contra la Justicia Insondable del Eterno Todopoderoso. Es una forma intencional, deliberada y consciente de decir que Él es indigno, desleal e injusto. En resumen, el pecado es el horror de atribuir la iniquidad al Creador Santo y Omnisciente. Practicar el pecado es practicar la mentira, la injusticia y la iniquidad. El hombre siempre ha tenido leyes a seguir, desde Adán, quien recibió la vida eterna y todo el esplendor de la riqueza y la vida en la Tierra, para luego heredar el Universo sin fin, e incluso él vivía bajo las leyes universales de Dios y había recibido un mandamiento, una pequeña ley personal, a través de la cual demostrar Su Fe en la integridad y fidelidad de Dios y Sus propósitos. Al pueblo de Israel se le dio una ley especial para ellos, que reflejaba la ley superior y celestial de Dios, aunque no era la suya propia, y era específica para ellos. Todo acto hecho bajo incredulidad contra Dios es pecado. Dios es bueno, y su misericordia es para siempre, y también es justo, y ama el derecho y la justicia, dice la Escritura. Hacer cualquier obra que diga que Dios es malo e injusto es un tremendo acto de incredulidad, calumnia y pecado contra Su Inmutable Integridad. Decir que Dios es mentiroso es quizás el más detestable de todos los pecados. Los egoístas, los orgullosos y los autosuficientes apestan en las narices de Dios. Los impuros, adúlteros y libertinos son como cánceres en su santa Tierra creada para la luz. Los hermanos que dicen ser de la fe, que odian a otros hermanos y tienen disputas carnales unos con otros, son colocados de antemano en el lagar de los apóstatas. Tener celos, envidia y competición entre personas similares bajo el mismo sol es una pequeñez de espíritu. El odio carnal destruye al mismo ser que lo posee. Odiar a tu prójimo y quitarle la vida a tu prójimo es también uno de los más negros actos demoníacos, y la más negra calumnia contra el carácter del Padre Eterno, porque quitar o dar la vida es un derecho totalmente exclusivo de Él, pues Él dice, manifiesta y demuestra claramente que la esencia de su naturaleza es el más puro perdón y amor, y sólo Él conoce el estado en que los impíos llegan a merecer juicio y pena capital.
"Cualquiera que hace pecado, traspasa también la ley; y el pecado es transgresión de la Ley." (1 Juan 3:4)
Dios, en Cristo, vuelve a conceder el don de la vida a todos, sin discriminar a nadie, con la única condición de que el hombre se arrepienta y crea en el Evangelio, aunque en este mundo caído las condiciones de cada uno pueden ser sumamente diferentes, entre ricos y pobres, pequeños y poderosos, atribulados y descansados, porque en el juicio todas las condiciones serán consideradas en la debida proporción. La vida existe y fue creada para la Gloria de Dios, y para la Celebración de Su Grandeza, y para la alabanza de Su Gracia. Sabemos que Adán, el primer hombre, pecó en el principio, permitiendo legalmente que la corrupción y la muerte entraran en el mundo, pero Dios nos envió a Jesús, su Hijo, al mundo para morir por nuestros pecados, restablecer la justicia de Dios en este mundo y danos una nueva oportunidad de arrepentimiento, fe y salvación. Jesucristo el Hijo es llamado la Justicia de Dios. Todo aquel que se arrepienta de sus pecados y crea en Su Nombre, a través de la Fe, creyendo en la Verdad de Dios, recibirá el perdón y el Don de la Vida Eterna. Ahora bien, la justicia de Dios sobre este mundo se ha establecido de nuevo en Cristo, para la justificación y salvación de todo aquel que cree. Sin Cristo, este mundo no tendría ni siquiera la posibilidad de elegir entre creer o no creer en Dios, ni entre elegir entre el bien y el mal, porque en Adán, este mundo ya había ejercido su Fe, su conciencia y su elección, en una manera definitiva, contra el Creador. Jesucristo, el Hijo, que se hizo hombre por todos, fue quien recuperó la humanidad para Dios mediante el sacrificio de su vida perfecta y de su sangre inocente, derramada por los pecados de todos y por la salvación de los que creen. Por la obra expiatoria de Cristo, se ha vuelto a establecer en el mundo el Reino de Dios, que juzga con justicia, aunque el imperio de las tinieblas sigue dominando entre los incrédulos y en los sistemas seculares de los mismos, porque se les permitió seguir actuando, aun después de haber sido totalmente derrotados, para que la prueba de la Fe entre todos se cumpla hasta el tiempo del fin.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16)
Ahora la Justicia y el Juicio, que son la base del Trono de Dios, se establecen de nuevo sobre este mundo, y el Evangelio de la Salvación, que es la Palabra de Dios, se proclama entre todos, que el Hijo de Dios ha venido al mundo y murió por los pecados de todos, venció a la muerte y resucitó. Y todos los que oyen el Evangelio, se vuelven de sus malos caminos y creen en el Testimonio de Dios, que fue manifestado en el mundo por medio de Cristo, serán salvos. El mundo ya estaba condenado y sentenciado, y no había nada más que hacer sino su destrucción, pero he aquí, de tal manera amó Dios al mundo, y nos envió a Su Hijo, Jesucristo, quien pagó la deuda de todos los hombres a Dios, y ahora nuevamente la Ley de Fe y Juicio se establece en este mundo, y cada uno es nuevamente responsable de tomar una posición y una Fe ante Dios, obligatoriamente, eligiendo entre la verdad y la falsedad, entre la justicia y la injusticia, entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, y entre la salvación y la condenación. La balanza de la justicia celestial de Dios está nuevamente sobre el mundo, y está midiendo en detalle todas las obras que cada hombre y cada mujer está haciendo en este gran campo experiencial de la fe, y cada uno es nuevamente libre de elegir entre creer en Dios, recibir el testimonio de Jesús el Hijo, a quien Él envió, o lo despreciar. Entre aceptar Su justicia y Su poder, o tratarlo como un mentiroso, entre honrarlo o deshonrarlo, y entre glorificarlo, como el Único que tiene poder para salvar, creer en Su Nombre y hacer la verdad, o despreciarlo , persistiendo en la práctica del mal y contaminando hasta el olor espiritual de la Tierra, que fue creada para ser habitada por hombres justos y santos, bajo Su Eterno Reino de Justicia, para expresar la magnifica gloria de Su Santidad y Verdad, entre todos los que Búscalo.
"Y diciendo: El tiempo es cumplido; y el Reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al Evangelio." (Marcos 1:15)
Ahora la Justicia y el Juicio, que son la base del Trono de Dios, se establecen de nuevo sobre este mundo, y el Evangelio de la Salvación, que es la Palabra de Dios, se proclama entre todos, que el Hijo de Dios ha venido al mundo y murió por los pecados de todos, venció a la muerte y resucitó. Y todos los que oyen el Evangelio, se vuelven de sus malos caminos y creen en el Testimonio de Dios, que fue manifestado en el mundo por medio de Cristo, serán salvos. El mundo ya estaba condenado y sentenciado, y no había nada más que hacer sino su destrucción, pero he aquí, de tal manera amó Dios al mundo, y nos envió a Su Hijo, Jesucristo, quien pagó la deuda de todos los hombres a Dios, y ahora nuevamente la Ley de Fe y Juicio se establece en este mundo, y cada uno es nuevamente responsable de tomar una posición y una Fe ante Dios, obligatoriamente, eligiendo entre la verdad y la falsedad, entre la justicia y la injusticia, entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, y entre la salvación y la condenación. La balanza de la justicia celestial de Dios está nuevamente sobre el mundo, y está midiendo en detalle todas las obras que cada hombre y cada mujer está haciendo en este gran campo experiencial de la fe, y cada uno es nuevamente libre de elegir entre creer en Dios, recibir el testimonio de Jesús el Hijo, a quien Él envió, o lo despreciar. Entre aceptar Su justicia y Su poder, o tratarlo como un mentiroso, entre honrarlo o deshonrarlo, y entre glorificarlo, como el Único que tiene poder para salvar, creer en Su Nombre y hacer la verdad, o despreciarlo , persistiendo en la práctica del mal y contaminando hasta el olor espiritual de la Tierra, que fue creada para ser habitada por hombres justos y santos, bajo Su Eterno Reino de Justicia, para expresar la magnifica gloria de Su Santidad y Verdad, entre todos los que Búscalo.
"Y diciendo: El tiempo es cumplido; y el Reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al Evangelio." (Marcos 1:15)
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