"El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquel es el que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él." (Juan 14:21)
El cristianismo es algo que se cree y se practica, no algo donde todo cae del cielo, aunque sirva al Dios vivo y todopoderoso. La Fe consciente y sustancial en Jesús es el centro del cristianismo legítimo, que no está en los templos, ni en las organizaciones políticas, sino en los corazones regenerados y transformados por el Espíritu Santo. El mayor mandamiento de Cristo para el hombre es "cree en mí y sígueme". Seguir los pasos de Jesús es la esencia del Evangelio, confesar Su Nombre públicamente y obedecer Sus mandamientos, que son los mandamientos de Dios Padre, todo lo que nos es dado en las Escrituras. Ser discípulo es tener una fe viva, siguiendo una práctica diaria y activa de obediencia, amor a los demás y especialmente amor a los hermanos y hermanas en la fe. El cristianismo no puede quedar atrapado en la teología, las experiencias místicas, las supersticiones o la filosofía, sino que es algo practicado y vivido en la vida cotidiana plena, en una práctica experiencial de sabiduría espiritual y amor entre los seres mortales de este mundo, como también nosotros los mortales, para que todos conocer la luz. Ser cristiano es creer en Jesús, renacer de Dios por la fe, y vivir tras sus huellas, en la esperanza del Reino de Dios.
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