“Mas vosotros sois el linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que mostréis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable.” (1 Pedro 2:9)
La verdadera Iglesia, que no está en nombres terrenales, ni en templos, sino en corazones transformados y habitados por el Espíritu de Dios, no debe depender de partidos políticos y gobiernos para subsistir. La verdadera Iglesia, que no es una empresa civil ni una institución religiosa, sino el Cuerpo de Cristo, los redimidos salvados nacidos del Espíritu por la fe, es la nación santa de Dios, el pueblo adquirido, la extensión del reino de Dios centrado en los cielos, sin división incluso en la tierra, universal y presente en todos los países, sin separación. La Iglesia es la Nación sobre todas las Naciones, la nación a la cual el Reino de Dios ha sido confiado hasta el fin, según las Escrituras, y porque tiene a Cristo por Cabeza, y porque es del Reino de Dios, es una Nación de poder y la mayor autoridad espiritual en el mundo, sin armas carnales, que reina en los dominios del mundo espiritual, que es superior, y que, por causa de Jesús, está por encima de las naciones y reina sobre todos los pueblos de la tierra, sentados en los lugares celestiales en Cristo, en el reino del Hijo de Dios, a quien se ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. La Iglesia no sólo pertenece a Cristo, sino que es parte de Él, como si fuera parte de Su propio cuerpo y de Su propio Ser, siendo Él el Señor y Cabeza del Cuerpo.
“antes siguiendo la verdad en caridad, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, el Cristo.” (Efesios 4:15)
La Iglesia debe someterse a las autoridades, en el ámbito civil, pagando impuestos, respetando las leyes y el orden civil, según el mandamiento de las Escrituras, pero espiritualmente y en el ámbito espiritual, la Iglesia no está bajo los reinos y gobiernos de la Tierra, porque ella es el Cuerpo de Cristo, y con Cristo reina, aun sobre los gobiernos y sobre todas las naciones. No quiere decir que daremos órdenes e interferiremos en los gobiernos y asuntos políticos de las naciones, sino que se nos da la misión de ser sal de la tierra y luz del mundo, con el testimonio de nuestra vida, como salvados y renacidos de la luz, viviendo una vida de obediencia a la Palabra de Dios y de santificación, amándonos unos a otros y al prójimo como a nosotros mismos, siendo humildes y al mismo tiempo sabios, mansos y al mismo tiempo valientes, pacientes, perdonadores y sufridores por amor a la justicia. Siendo un pueblo unido, que no conoce separación ni aun entre las naciones, y que camina en amor, unidad y novedad de vida, sujetándose unos a otros en el temor de Dios, y conservando la unidad en el Espíritu por la fe.
“solícitos a guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” (Efesios 4:3)
La misión de la Iglesia no es interferir directamente en los gobiernos, sino dar buen testimonio y resplandecer en el mundo, a través de la vida de Jesús que fue engendrada en nosotros por el Padre, transformando el mundo por el impacto del sublime amor de Dios presente en cada uno de nosotros, abriendo las puertas del cielo con la oración, que es nuestra verdadera arma, junto con la obediencia y la predicación, sin actos proféticos supersticiosos, que nunca se encontraron en el nuevo testamento, sino con el buen testimonio y la manifestación de la verdad, que es lo que realmente derriba principados y transforma naciones, predicando el Evangelio y demostrando el poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree en Cristo, Justicia Nuestra, recibiendo las Buenas Nuevas de Salvación para la vida presente y la eterna.
“Porque no me avergüenzo del Evangelio del Cristo, porque es potencia de Dios para dar salud a todo aquel que cree; al judío primeramente y también al griego.” (Romanos 1:16)
Ved, pues, hermanos, qué tontería se ha practicado entre los que se dicen cristianos en muchos países. Ningún presidente puede salvar a la Iglesia. Si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, y está ligada directamente al Señor, siendo parte de Él, entonces debemos interferir en las naciones, los gobiernos y el mundo sólo a través del testimonio de Jesús y la oración, porque aún hay muchos gobiernos corruptos y perseguidores justos, a los que deben ser conquistados con el avance del Evangelio, pero no debemos entrometernos directamente en la política, a menos que sea una carrera civil legítima de algún verdadero cristiano, lo cual no es prohibido, pero no debemos depender de los hombres para el nuestro bienestar espiritual, el progreso y la victoria en la fe para nuestra salvación. Si algo debemos hacer entonces movilicémonos en oración e intercesión por las autoridades de nuestros países, clamando a Dios para que ellos tengan visión y sométanse al Temor de Dios, quien sea, para que tengamos paz y tranquilidad para servir y adorar al Señor, siendo buenos ciudadanos y trabajando arduamente por la causa de Su Bendita Obra y ministerio entre todos los pueblos.
“Amonesto pues, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por todos los hombres por los reyes y por todos los que están en eminencia: que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad e integridad. Porque esto es lo bueno y agradable delante del Dios salvador nuestro;". (1 Timoteo 2:1-3)
La verdadera Iglesia, que no está en nombres terrenales, ni en templos, sino en corazones transformados y habitados por el Espíritu de Dios, no debe depender de partidos políticos y gobiernos para subsistir. La verdadera Iglesia, que no es una empresa civil ni una institución religiosa, sino el Cuerpo de Cristo, los redimidos salvados nacidos del Espíritu por la fe, es la nación santa de Dios, el pueblo adquirido, la extensión del reino de Dios centrado en los cielos, sin división incluso en la tierra, universal y presente en todos los países, sin separación. La Iglesia es la Nación sobre todas las Naciones, la nación a la cual el Reino de Dios ha sido confiado hasta el fin, según las Escrituras, y porque tiene a Cristo por Cabeza, y porque es del Reino de Dios, es una Nación de poder y la mayor autoridad espiritual en el mundo, sin armas carnales, que reina en los dominios del mundo espiritual, que es superior, y que, por causa de Jesús, está por encima de las naciones y reina sobre todos los pueblos de la tierra, sentados en los lugares celestiales en Cristo, en el reino del Hijo de Dios, a quien se ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. La Iglesia no sólo pertenece a Cristo, sino que es parte de Él, como si fuera parte de Su propio cuerpo y de Su propio Ser, siendo Él el Señor y Cabeza del Cuerpo.
“antes siguiendo la verdad en caridad, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, el Cristo.” (Efesios 4:15)
La Iglesia debe someterse a las autoridades, en el ámbito civil, pagando impuestos, respetando las leyes y el orden civil, según el mandamiento de las Escrituras, pero espiritualmente y en el ámbito espiritual, la Iglesia no está bajo los reinos y gobiernos de la Tierra, porque ella es el Cuerpo de Cristo, y con Cristo reina, aun sobre los gobiernos y sobre todas las naciones. No quiere decir que daremos órdenes e interferiremos en los gobiernos y asuntos políticos de las naciones, sino que se nos da la misión de ser sal de la tierra y luz del mundo, con el testimonio de nuestra vida, como salvados y renacidos de la luz, viviendo una vida de obediencia a la Palabra de Dios y de santificación, amándonos unos a otros y al prójimo como a nosotros mismos, siendo humildes y al mismo tiempo sabios, mansos y al mismo tiempo valientes, pacientes, perdonadores y sufridores por amor a la justicia. Siendo un pueblo unido, que no conoce separación ni aun entre las naciones, y que camina en amor, unidad y novedad de vida, sujetándose unos a otros en el temor de Dios, y conservando la unidad en el Espíritu por la fe.
“solícitos a guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” (Efesios 4:3)
La misión de la Iglesia no es interferir directamente en los gobiernos, sino dar buen testimonio y resplandecer en el mundo, a través de la vida de Jesús que fue engendrada en nosotros por el Padre, transformando el mundo por el impacto del sublime amor de Dios presente en cada uno de nosotros, abriendo las puertas del cielo con la oración, que es nuestra verdadera arma, junto con la obediencia y la predicación, sin actos proféticos supersticiosos, que nunca se encontraron en el nuevo testamento, sino con el buen testimonio y la manifestación de la verdad, que es lo que realmente derriba principados y transforma naciones, predicando el Evangelio y demostrando el poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree en Cristo, Justicia Nuestra, recibiendo las Buenas Nuevas de Salvación para la vida presente y la eterna.
“Porque no me avergüenzo del Evangelio del Cristo, porque es potencia de Dios para dar salud a todo aquel que cree; al judío primeramente y también al griego.” (Romanos 1:16)
Ved, pues, hermanos, qué tontería se ha practicado entre los que se dicen cristianos en muchos países. Ningún presidente puede salvar a la Iglesia. Si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, y está ligada directamente al Señor, siendo parte de Él, entonces debemos interferir en las naciones, los gobiernos y el mundo sólo a través del testimonio de Jesús y la oración, porque aún hay muchos gobiernos corruptos y perseguidores justos, a los que deben ser conquistados con el avance del Evangelio, pero no debemos entrometernos directamente en la política, a menos que sea una carrera civil legítima de algún verdadero cristiano, lo cual no es prohibido, pero no debemos depender de los hombres para el nuestro bienestar espiritual, el progreso y la victoria en la fe para nuestra salvación. Si algo debemos hacer entonces movilicémonos en oración e intercesión por las autoridades de nuestros países, clamando a Dios para que ellos tengan visión y sométanse al Temor de Dios, quien sea, para que tengamos paz y tranquilidad para servir y adorar al Señor, siendo buenos ciudadanos y trabajando arduamente por la causa de Su Bendita Obra y ministerio entre todos los pueblos.
“Amonesto pues, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por todos los hombres por los reyes y por todos los que están en eminencia: que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad e integridad. Porque esto es lo bueno y agradable delante del Dios salvador nuestro;". (1 Timoteo 2:1-3)
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