"Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas". (1 Pedro 1:2)
"Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; los que justificaron, a éstos también glorificaron ." (Romanos 8:29-30)
Muchos teólogos confunden la doctrina de la elección y la predestinación. Pero todo está definido en el mismo texto de la Escritura, que dice que la elección es "según la presciencia de Dios". Es decir, Dios escogió a los salvados no por mero placer, sino por su soberana visión presciente, sabiendo perfectamente quiénes eran los suyos, en quienes existía fe desde la eternidad.
Dios siendo soberanamente presciente, los escogió, en su Hijo, desde el principio, en anticipación de la fe que existiría en ellos. Por lo tanto, es necesario que los salvos sean probados, para que la verdad acerca de la elección perfecta de Dios pueda ser confirmada y puesta de manifiesto. Dios no quita el libre albedrío, como muchos argumentan. Él no necesita hacer esto, y no lo necesita. Él ve nuestras obras desde la eternidad. La sabiduría de Dios es suprema. Él es más grande que el libre albedrío y ve todo dentro del corazón desde el principio.
La elección de los salvados se hizo de antemano, antes de su paso por este mundo, porque estaban reunidos, delante de Dios, en la eternidad. Lo que sucede en la Tierra ya ha sido determinado en la eternidad. Y esto está dentro del corazón de cada uno. El elegido lo sabe desde el principio, porque el Espíritu de Dios da testimonio en su corazón.
Los elegidos no necesitan preocuparse por el libre albedrío, porque los elegidos no se complacen en el pecado, ni lo buscan, ni les interesa, porque su placer es hacer la voluntad de Dios y buscar Su reino y el Suyo justicia. Se complace en practicar la justicia y decir la verdad. No necesita cuestionar a Dios.
Todo es por la presciencia soberana de Dios. Ni siquiera la caída del hombre escapó a su conocimiento previo. Por eso está escrito que nos escogió desde "antes de la fundación del mundo" (Efesios 1:4). Antes de que Adán pecara, la elección ya había tenido lugar.
Los propósitos de Dios son eternos. Él planea todo con una precisión y sabiduría asombrosas. Y todos sus planes se llevan a cabo exactamente y en el momento señalado. La mano de Dios dirige todo y a todos para que prevalezca su gloria, su verdad y su poder y se cumplan sus propósitos eternos.
Si sientes la dirección de Dios dentro de tu corazón, tienes la elección, y si es verdad, nadie te la puede quitar, mientras permanezcas en la fe hasta el final, porque es un don eterno de Dios, en Cristo. Por tanto, es necesario que atraveséis diversas pruebas y vencáis, para que Dios sea glorificado por la victoria de vuestros actos de fe y de justicia, en sujeción a su voluntad soberana.
La elección no está sujeta al tiempo. Es un don sublime de Dios, engendrado en Cristo, el "Cordero de Dios inmolado desde la fundación del mundo" (Apocalipsis 13:8).
Antes de que Adán pecara, Cristo ya había asumido la muerte expiatoria para redimirnos de nuestros pecados.
La elección se debe a que Dios ve perfectamente el destino y desarrollo de su proyecto desde el principio. Y más que eso, Él ve el interior del corazón. La elección no falla, y no puede fallar. Fue determinado por los designios de Dios desde la eternidad.
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