“Porque el SEÑOR es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones.” (Salmo 100:5)
Dios es benigno. Su naturaleza emana amor, gracia y bondad sobre todos los seres y criaturas a quienes les ha dado el don de la vida. Dado que Él es el Todopoderoso, el Gobernante Santo y Supremo de todos los reinos existenciales de la Creación, cuya mano de poder y dominio no puede ser vencida por ninguna fuerza o criatura en la tierra o en el cielo, Él, que tiene todo el poder y la autoridad sobre todo, es bondadoso y lleno de gracia para todos, misericordioso, piadoso y perdonador para todos los que se arrepienten y creen en Él. No hay rastro de malignidad, impiedad o crueldad en el Carácter Santo del Padre Eterno. Él es bueno, y su misericordia es de generación en generación para todos los que le temen.
El deseo profundo del corazón y la intención de Dios para todos es siempre la salvación, la bondad y la paz. Él nunca diseñó la perdición o la destrucción de nadie, de ninguna criatura, ya sea en la tierra o en los tiempos eternos de los reinos celestiales superiores. Él, sin embargo, es Fiel y Justo, y ha concedido la libertad, el libre albedrío y el libre derecho de elección a todos los seres que Él creó, para que puedan juzgar y elegir libremente entre el bien y el mal, sin imponer voluntad alguna. La bondad de Dios es tan grande que ha dado libre albedrío a todo ser que respira, para que toda criatura pueda elegir amarlo y justificarlo, confesando su verdad, dignidad y justicia, sometiéndose a su bendito reino eterno de luz, o pueden optar por odiarlo y rechazarlo, juzgándolo injusto, indigno y hasta mentiroso, rechazando Su Fiel dominio de Vida, paz y salvación.
La esencia del Creador es el amor, y Él es Fiel y Justo, benigno y misericordioso con todos los que invocan Su Nombre, sin hacer acepción ni discriminar a ninguna criatura que lo busque a través de la Fe. El propio juicio y la justicia de Dios son benignos, porque la justicia de Dios está ligada a su amor y misericordia. El margen de la bondad de Dios es increíblemente mayor para llegar a su límite que el margen de Su juicio para que el juicio caiga sobre los incrédulos y los impíos que no se arrepienten hasta el final. Es grandemente paciente con todos, no sólo grandemente, sino perfectamente paciente, incluso cuando practican las más terribles suciedades y maldades. Él siempre derrama abundantes medidas de gracia y luz sobre los pecadores, y sobre todos, para que puedan tener el mayor tiempo y oportunidad para arrepentirse, porque Él, en absoluto, es ardientemente benigno y no desea la condenación ni la destrucción de nadie.
“Diles: Vivo yo, dijo el Señor DIOS, que no quiero la muerte del impío, sino que se torne el impío de su camino, y que viva.” (Ezequiel 33:11)
Proeza muy grande y aterradora son los impíos, que son tan incrédulos y perversos, practicando las malas obras hasta el final, que llegan a agotar la paciencia de la bondad de Dios, y finalmente son juzgados y arrojados a la perdición, aun después del Espíritu de Dios misericordiosamente pelea y contiende con sus corazones por un tiempo largo y completo para que puedan abrir sus ojos, adquirir entendimiento y arrepentirse de sus malas acciones. El hombre tiene un corazón y un alma eternos, y no hay nada más valioso para él que su vida. Ni siquiera el mundo entero, con todas sus glorias y riquezas pasajeras, se compara con el valor eterno del alma, que existirá para siempre, ya sea en la felicidad y la gloria, o en el tormento y el desprecio.
Dios le dio al hombre el derecho de libre elección, bajo la fe, y puede elegir creer o no creer en la verdad del juicio del Creador, según la fe o la incredulidad que exista en el corazón de cada uno. Y Dios ha demostrado claramente, y sigue demostrando, de todas las formas posibles, que Él es bondadoso y perdonador, y que, habiendo dado al hombre el derecho al libre entendimiento, en aras de la justicia, quiere que el hombre abra los ojos, ver la verdad, apartarse del mal y ser salvos por la fe. El mundo, y todo este universo, fue creado por la fe, y fue establecido en el misterio, de modo que la visión plena de la verdad eterna de Dios no puede ser alcanzada todavía por los sentidos naturales, más aún después de la caída del hombre.
Desde el principio de la creación, y especialmente después de la caída del mundo, agradó a Dios ocultarse parcialmente del hombre, para que la fe en él fuera posible. Por eso este escepticismo y ceguera subsiste hasta el día de hoy en la ciencia secular del mundo, que trata de comprender la verdad sólo con la visión de los ojos naturales, sin ejercer el don de la fe, que es una lógica celestial e incomparablemente superior a razonamiento común. La Biblia dice que Dios puede ser reconocido y creído a través de Sus grandes obras manifestadas en la creación, por cualquier hombre nacido bajo el Sol, aun por aquellos que no lo conocen personalmente por Su Nombre, el cual fue revelado a Abraham, Israel y la Iglesia.
En todas las intervenciones, revelaciones y manifestaciones de Dios a lo largo de los siglos, Él demuestra claramente Su bendito propósito de proporcionar un camino de regreso a Él y una salvación para el hombre pecador caído. Desde el principio, ya comenzó a manifestar Su bondad hacia el hombre caído, no arrojándolo inmediatamente al juicio de condenación de su vil pecado, que era en realidad un acto consciente de incredulidad, rebelión y acusación de deslealtad contra el Creador. El hombre había recibido la Tierra y el Universo en secreto, vida inmortal, plena, feliz y con posibilidad de evolución infinita, a cambio de un simple acto de sumisión y fe, confesando la fidelidad y justicia de Dios por todo el bien que había recibido gratuitamente. Dios no ha negado absolutamente nada al hombre, de todo lo que necesitaba, deseaba o alguna vez quiso. El pecado de Adán era eternamente digno de muerte, digno de castigo y juicio, pero Dios desde el principio ya ha demostrado Su bondad y misericordia al mundo caído, permitiendo que el hombre siga viviendo, por Su gracia, el bueno y el malo, y anunciando un plan de salvación a todos los que creyeran.
Dios podría haber exterminado al hombre si hubiera querido, y hubiera sido fiel y justo si lo hubiera hecho, porque el hombre ejerció una fe, una decisión y una elección libres, sin ninguna imposición, contra la infinita santidad y justicia del Eterno Todopoderoso. Pero el amor y la bondad de Dios, que ya existían cuando vio lo que sucedería desde antes de la creación del mundo, se manifestaron también hacia Adán y todo el género humano, anunciando un plan de salvación para todos, pues Dios había entregado a Su Unigénito Hijo para salvar a los que creen en la Verdad, para salvarlos del pecado eternamente injustificable del hombre, cometido al principio de la creación de este universo en el Jardín del Edén. Tenía todo el poder, y como Creador Omnipotente y Único, podía hacer lo que quisiera con Adán y con el mundo entero, y permanecería Verdadero, Fiel y Justo para siempre, y lo seguiría siendo ante todos los ejércitos celestiales de la eternidad y universos superiores. Pero, aun teniendo todo el derecho de exterminar al hombre y al mundo, tuvo compasión y se quebrantó a causa de nuestra destrucción y miseria, amándonos sin límites, hasta dar a su Hijo, a Jesús, para que por medio de Él se saldara nuestra oscura deuda y tuvimos una segunda oportunidad de arrepentirnos, creer en Él y ser salvos.
Cristo vino al mundo y pagó la deuda del hombre con Dios mediante el sacrificio de su propia vida justa e inocente que fue aceptada en nuestro nombre. En Cristo, Dios ha demostrado para siempre quién es Él y cuál es la naturaleza de Su carácter: fidelidad, justicia, integridad, santidad, misericordia y bondad para todos los que creen en Su Nombre. Él es el Único Dios Verdadero, y todas las huestes universales y celestiales, y todos nosotros, los habitantes de este mundo, estamos bajo Su dominio y bajo Su poder supremo, y nada ni nadie, ninguna criatura que existe o sobreexiste en el tiempo o en la eternidad puede escapar de Sus manos. Y puesto que Él es el Gobernante Supremo, bajo el cual todas las cosas existen, se sustentan y subsisten, Él demuestra, en la Creación y a través de Sus gloriosos actos de justicia y salvación, Su inmutable bondad y amor para con todos, con sólo creer y someterse libremente a Su Reino. Aquel que nos creó y nos dio la vida es Fiel y Verdadero, Justo y Santo, y también es paciente, bondadoso y perdonador, con tal de que nos arrepintamos de nuestros malos caminos y nos volvamos a Su verdad eterna, creyendo en el Nombre de Su Hijo, en el Nombre de Jesús.
Él ciertamente está obrando en Su bendita obra de redención sobre este mundo. No quiere hacer daño a nadie y para nadie, porque es Todopoderoso y Bondadoso, capaz de salvar a todos los que le buscan, por Cristo. Él ha hecho que este mundo se convierta en un gran campo de prueba de la fe para todos, revelándose en el misterio a los que creen, y está luchando con el corazón de cada persona nacida en esta dimensión experiencial para abrir los ojos a la luz, para reconocerlo como el Único Dios Verdadero, Gobernante y Protector de todos los reinos celestiales de la Creación, el dueño de todo poder, para quien nada es imposible dentro de la existencia o la inexistencia. Él está trabajando por cada persona que llega a existir en la Tierra, sin discriminar ni excluir a nadie en absoluto, para que lo conozcan, lleguen al conocimiento de la verdad y se salven. Él lucha por cada ser que entra en este campo de prueba de la fe, siendo bondadoso y paciente hasta el límite más grande de todos los límites para que tantos como sea posible se arrepientan, sean rescatados y salvados. Hay fiesta y júbilo en el cielo cuando un pecador se arrepiente, y hay lágrimas, aun con sentido de justicia, cuando un pecador se endurece hasta el final, persistiendo desesperadamente en el mal, y se pierde.
Tú y yo, todos somos pecadores, y estamos bajo el justo juicio y las manos de un Dios Todopoderoso y Justo, que juzga con verdad y justicia, y no discrimina a nadie, sino que también es capaz de salvar, misericordioso y bondadoso a tantos como sea posible, si tan solo nos apartamos de nuestros malos caminos, reconocemos que Él es Justo y nos volvemos a Su Verdad Eterna, que está en Su Hijo. Él es bueno y misericordioso, si te arrepientes y crees en Él, por Jesucristo Su Hijo, Él no te rechazará, ni te acusará, ni te desechará, sino que Sus manos todopoderosas están listas para librarte de todo yugo y cadena de las tinieblas y del imperio del mal que pueda existir, y os transporte libres y seguros a Su Bendito Reino de la Luz, desde hoy, pues Él ha provisto el pago de la deuda de todos nuestros pecados que podamos cometer en este mundo, por el sacrificio y por la vida de Cristo. Estad absolutamente seguros de que Su voluntad no es la perdición y destrucción de nadie, sino que Él está trabajando duro, con Su mano poderosa y con un ejército de innumerables ángeles combatientes para que todas las personas posibles sean alcanzadas por el Evangelio y salvadas. No quiere la destrucción de nadie. Él ha provisto una salvación para todos los hombres en este mundo, y todos los pecados del mundo ya han sido perdonados y pagados por Cristo en Su Supremo sacrificio expiatorio por todos, y que tendrá un efecto en todos los que creen en Su Testimonio, el Testimonio del Hijo de Dios, que es la misma Palabra de Dios.
El mayor Poder sobre todas las cosas, en los universos celestiales y en la eternidad, está en manos del Omnipotente Padre de la Luz, y nada escapa a Su dominio, ni la vibración de un átomo, ni el menor fotón de luz o el invencible blandir de la espada de un ángel santo. Puedes confiar en el poder de Dios, Él es infalible y suficiente, y estar absolutamente seguro de que estarás en manos de alguien que definitivamente quiere tu bien y tu felicidad, el Omnipotente Autor de la Vida. Cada día sale el sol, se genera oxígeno de los océanos, la tierra da frutos y el espíritu de vida e inspiración se derrama sobre todos en este mundo, aunque sigamos siendo malos, odiosos, egoístas y pecadores, porque Dios es eterna e inmutablemente benigno, y tiene gran poder y paciencia para soportar el mal, dándonos tiempo y oportunidades para que podamos ver dentro de nosotros mismos todo lo que estamos haciendo, juzgar nuestras acciones y pensamientos, y despertar de la muerte espiritual y mirar hacia la luz, aprendiendo mirar al Creador, reconociendo su Poder y Justicia, y mirar al prójimo, creando en nosotros el amor al prójimo y haciéndonos benignos y misericordiosos, por el nacimiento de un nuevo espíritu y una nueva vida en nosotros, en Cristo, quien nos transforma para ser como nuestro Verdadero y Bendito Padre Salvador.
“Alabad al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia.” (Salmo 118:29)
Dios es benigno. Su naturaleza emana amor, gracia y bondad sobre todos los seres y criaturas a quienes les ha dado el don de la vida. Dado que Él es el Todopoderoso, el Gobernante Santo y Supremo de todos los reinos existenciales de la Creación, cuya mano de poder y dominio no puede ser vencida por ninguna fuerza o criatura en la tierra o en el cielo, Él, que tiene todo el poder y la autoridad sobre todo, es bondadoso y lleno de gracia para todos, misericordioso, piadoso y perdonador para todos los que se arrepienten y creen en Él. No hay rastro de malignidad, impiedad o crueldad en el Carácter Santo del Padre Eterno. Él es bueno, y su misericordia es de generación en generación para todos los que le temen.
El deseo profundo del corazón y la intención de Dios para todos es siempre la salvación, la bondad y la paz. Él nunca diseñó la perdición o la destrucción de nadie, de ninguna criatura, ya sea en la tierra o en los tiempos eternos de los reinos celestiales superiores. Él, sin embargo, es Fiel y Justo, y ha concedido la libertad, el libre albedrío y el libre derecho de elección a todos los seres que Él creó, para que puedan juzgar y elegir libremente entre el bien y el mal, sin imponer voluntad alguna. La bondad de Dios es tan grande que ha dado libre albedrío a todo ser que respira, para que toda criatura pueda elegir amarlo y justificarlo, confesando su verdad, dignidad y justicia, sometiéndose a su bendito reino eterno de luz, o pueden optar por odiarlo y rechazarlo, juzgándolo injusto, indigno y hasta mentiroso, rechazando Su Fiel dominio de Vida, paz y salvación.
La esencia del Creador es el amor, y Él es Fiel y Justo, benigno y misericordioso con todos los que invocan Su Nombre, sin hacer acepción ni discriminar a ninguna criatura que lo busque a través de la Fe. El propio juicio y la justicia de Dios son benignos, porque la justicia de Dios está ligada a su amor y misericordia. El margen de la bondad de Dios es increíblemente mayor para llegar a su límite que el margen de Su juicio para que el juicio caiga sobre los incrédulos y los impíos que no se arrepienten hasta el final. Es grandemente paciente con todos, no sólo grandemente, sino perfectamente paciente, incluso cuando practican las más terribles suciedades y maldades. Él siempre derrama abundantes medidas de gracia y luz sobre los pecadores, y sobre todos, para que puedan tener el mayor tiempo y oportunidad para arrepentirse, porque Él, en absoluto, es ardientemente benigno y no desea la condenación ni la destrucción de nadie.
“Diles: Vivo yo, dijo el Señor DIOS, que no quiero la muerte del impío, sino que se torne el impío de su camino, y que viva.” (Ezequiel 33:11)
Proeza muy grande y aterradora son los impíos, que son tan incrédulos y perversos, practicando las malas obras hasta el final, que llegan a agotar la paciencia de la bondad de Dios, y finalmente son juzgados y arrojados a la perdición, aun después del Espíritu de Dios misericordiosamente pelea y contiende con sus corazones por un tiempo largo y completo para que puedan abrir sus ojos, adquirir entendimiento y arrepentirse de sus malas acciones. El hombre tiene un corazón y un alma eternos, y no hay nada más valioso para él que su vida. Ni siquiera el mundo entero, con todas sus glorias y riquezas pasajeras, se compara con el valor eterno del alma, que existirá para siempre, ya sea en la felicidad y la gloria, o en el tormento y el desprecio.
Dios le dio al hombre el derecho de libre elección, bajo la fe, y puede elegir creer o no creer en la verdad del juicio del Creador, según la fe o la incredulidad que exista en el corazón de cada uno. Y Dios ha demostrado claramente, y sigue demostrando, de todas las formas posibles, que Él es bondadoso y perdonador, y que, habiendo dado al hombre el derecho al libre entendimiento, en aras de la justicia, quiere que el hombre abra los ojos, ver la verdad, apartarse del mal y ser salvos por la fe. El mundo, y todo este universo, fue creado por la fe, y fue establecido en el misterio, de modo que la visión plena de la verdad eterna de Dios no puede ser alcanzada todavía por los sentidos naturales, más aún después de la caída del hombre.
Desde el principio de la creación, y especialmente después de la caída del mundo, agradó a Dios ocultarse parcialmente del hombre, para que la fe en él fuera posible. Por eso este escepticismo y ceguera subsiste hasta el día de hoy en la ciencia secular del mundo, que trata de comprender la verdad sólo con la visión de los ojos naturales, sin ejercer el don de la fe, que es una lógica celestial e incomparablemente superior a razonamiento común. La Biblia dice que Dios puede ser reconocido y creído a través de Sus grandes obras manifestadas en la creación, por cualquier hombre nacido bajo el Sol, aun por aquellos que no lo conocen personalmente por Su Nombre, el cual fue revelado a Abraham, Israel y la Iglesia.
En todas las intervenciones, revelaciones y manifestaciones de Dios a lo largo de los siglos, Él demuestra claramente Su bendito propósito de proporcionar un camino de regreso a Él y una salvación para el hombre pecador caído. Desde el principio, ya comenzó a manifestar Su bondad hacia el hombre caído, no arrojándolo inmediatamente al juicio de condenación de su vil pecado, que era en realidad un acto consciente de incredulidad, rebelión y acusación de deslealtad contra el Creador. El hombre había recibido la Tierra y el Universo en secreto, vida inmortal, plena, feliz y con posibilidad de evolución infinita, a cambio de un simple acto de sumisión y fe, confesando la fidelidad y justicia de Dios por todo el bien que había recibido gratuitamente. Dios no ha negado absolutamente nada al hombre, de todo lo que necesitaba, deseaba o alguna vez quiso. El pecado de Adán era eternamente digno de muerte, digno de castigo y juicio, pero Dios desde el principio ya ha demostrado Su bondad y misericordia al mundo caído, permitiendo que el hombre siga viviendo, por Su gracia, el bueno y el malo, y anunciando un plan de salvación a todos los que creyeran.
Dios podría haber exterminado al hombre si hubiera querido, y hubiera sido fiel y justo si lo hubiera hecho, porque el hombre ejerció una fe, una decisión y una elección libres, sin ninguna imposición, contra la infinita santidad y justicia del Eterno Todopoderoso. Pero el amor y la bondad de Dios, que ya existían cuando vio lo que sucedería desde antes de la creación del mundo, se manifestaron también hacia Adán y todo el género humano, anunciando un plan de salvación para todos, pues Dios había entregado a Su Unigénito Hijo para salvar a los que creen en la Verdad, para salvarlos del pecado eternamente injustificable del hombre, cometido al principio de la creación de este universo en el Jardín del Edén. Tenía todo el poder, y como Creador Omnipotente y Único, podía hacer lo que quisiera con Adán y con el mundo entero, y permanecería Verdadero, Fiel y Justo para siempre, y lo seguiría siendo ante todos los ejércitos celestiales de la eternidad y universos superiores. Pero, aun teniendo todo el derecho de exterminar al hombre y al mundo, tuvo compasión y se quebrantó a causa de nuestra destrucción y miseria, amándonos sin límites, hasta dar a su Hijo, a Jesús, para que por medio de Él se saldara nuestra oscura deuda y tuvimos una segunda oportunidad de arrepentirnos, creer en Él y ser salvos.
Cristo vino al mundo y pagó la deuda del hombre con Dios mediante el sacrificio de su propia vida justa e inocente que fue aceptada en nuestro nombre. En Cristo, Dios ha demostrado para siempre quién es Él y cuál es la naturaleza de Su carácter: fidelidad, justicia, integridad, santidad, misericordia y bondad para todos los que creen en Su Nombre. Él es el Único Dios Verdadero, y todas las huestes universales y celestiales, y todos nosotros, los habitantes de este mundo, estamos bajo Su dominio y bajo Su poder supremo, y nada ni nadie, ninguna criatura que existe o sobreexiste en el tiempo o en la eternidad puede escapar de Sus manos. Y puesto que Él es el Gobernante Supremo, bajo el cual todas las cosas existen, se sustentan y subsisten, Él demuestra, en la Creación y a través de Sus gloriosos actos de justicia y salvación, Su inmutable bondad y amor para con todos, con sólo creer y someterse libremente a Su Reino. Aquel que nos creó y nos dio la vida es Fiel y Verdadero, Justo y Santo, y también es paciente, bondadoso y perdonador, con tal de que nos arrepintamos de nuestros malos caminos y nos volvamos a Su verdad eterna, creyendo en el Nombre de Su Hijo, en el Nombre de Jesús.
Él ciertamente está obrando en Su bendita obra de redención sobre este mundo. No quiere hacer daño a nadie y para nadie, porque es Todopoderoso y Bondadoso, capaz de salvar a todos los que le buscan, por Cristo. Él ha hecho que este mundo se convierta en un gran campo de prueba de la fe para todos, revelándose en el misterio a los que creen, y está luchando con el corazón de cada persona nacida en esta dimensión experiencial para abrir los ojos a la luz, para reconocerlo como el Único Dios Verdadero, Gobernante y Protector de todos los reinos celestiales de la Creación, el dueño de todo poder, para quien nada es imposible dentro de la existencia o la inexistencia. Él está trabajando por cada persona que llega a existir en la Tierra, sin discriminar ni excluir a nadie en absoluto, para que lo conozcan, lleguen al conocimiento de la verdad y se salven. Él lucha por cada ser que entra en este campo de prueba de la fe, siendo bondadoso y paciente hasta el límite más grande de todos los límites para que tantos como sea posible se arrepientan, sean rescatados y salvados. Hay fiesta y júbilo en el cielo cuando un pecador se arrepiente, y hay lágrimas, aun con sentido de justicia, cuando un pecador se endurece hasta el final, persistiendo desesperadamente en el mal, y se pierde.
Tú y yo, todos somos pecadores, y estamos bajo el justo juicio y las manos de un Dios Todopoderoso y Justo, que juzga con verdad y justicia, y no discrimina a nadie, sino que también es capaz de salvar, misericordioso y bondadoso a tantos como sea posible, si tan solo nos apartamos de nuestros malos caminos, reconocemos que Él es Justo y nos volvemos a Su Verdad Eterna, que está en Su Hijo. Él es bueno y misericordioso, si te arrepientes y crees en Él, por Jesucristo Su Hijo, Él no te rechazará, ni te acusará, ni te desechará, sino que Sus manos todopoderosas están listas para librarte de todo yugo y cadena de las tinieblas y del imperio del mal que pueda existir, y os transporte libres y seguros a Su Bendito Reino de la Luz, desde hoy, pues Él ha provisto el pago de la deuda de todos nuestros pecados que podamos cometer en este mundo, por el sacrificio y por la vida de Cristo. Estad absolutamente seguros de que Su voluntad no es la perdición y destrucción de nadie, sino que Él está trabajando duro, con Su mano poderosa y con un ejército de innumerables ángeles combatientes para que todas las personas posibles sean alcanzadas por el Evangelio y salvadas. No quiere la destrucción de nadie. Él ha provisto una salvación para todos los hombres en este mundo, y todos los pecados del mundo ya han sido perdonados y pagados por Cristo en Su Supremo sacrificio expiatorio por todos, y que tendrá un efecto en todos los que creen en Su Testimonio, el Testimonio del Hijo de Dios, que es la misma Palabra de Dios.
El mayor Poder sobre todas las cosas, en los universos celestiales y en la eternidad, está en manos del Omnipotente Padre de la Luz, y nada escapa a Su dominio, ni la vibración de un átomo, ni el menor fotón de luz o el invencible blandir de la espada de un ángel santo. Puedes confiar en el poder de Dios, Él es infalible y suficiente, y estar absolutamente seguro de que estarás en manos de alguien que definitivamente quiere tu bien y tu felicidad, el Omnipotente Autor de la Vida. Cada día sale el sol, se genera oxígeno de los océanos, la tierra da frutos y el espíritu de vida e inspiración se derrama sobre todos en este mundo, aunque sigamos siendo malos, odiosos, egoístas y pecadores, porque Dios es eterna e inmutablemente benigno, y tiene gran poder y paciencia para soportar el mal, dándonos tiempo y oportunidades para que podamos ver dentro de nosotros mismos todo lo que estamos haciendo, juzgar nuestras acciones y pensamientos, y despertar de la muerte espiritual y mirar hacia la luz, aprendiendo mirar al Creador, reconociendo su Poder y Justicia, y mirar al prójimo, creando en nosotros el amor al prójimo y haciéndonos benignos y misericordiosos, por el nacimiento de un nuevo espíritu y una nueva vida en nosotros, en Cristo, quien nos transforma para ser como nuestro Verdadero y Bendito Padre Salvador.
“Alabad al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia.” (Salmo 118:29)
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