"que cada uno de vosotros sepa tener su vaso en santificación y honestidad; [...] Porque no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación." (1 Tesalonicenses 4:4,7)
“Sea venerable en todos el matrimonio, y la cama sin mancha; mas a los fornicarios y adúlteros juzgará Dios.” (Hebreos 13:4)
Dios creó al hombre ya la mujer para que fueran completos y santos en todos los atributos de su existencia. Muchos hablan de la intimidad humana y sus implicaciones, pero el plan divino para el ser humano es la santidad en absolutamente todas sus facultades. Dios contempla al ser humano no sólo en uno, sino en todos los atributos de su vida. No hay área de la vida humana donde Dios no guíe y establezca leyes. Todo lo que Él trata en Su Palabra. La sexualidad humana es más íntima y seria de lo que nadie imagina. Este es un tema tremendamente sensible que debe ser interpretado a la luz de la Palabra de Dios, que creó al hombre ya la mujer perfectos en el principio, y destinados a la santidad ya la felicidad plena. Dios ha mandado claramente que "dejará el hombre a su padre ya su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne". (Génesis 2:24) La unión entre el hombre y la mujer es tratada con tanta seriedad que Dios muchas veces la usa como analogía de Su unión con Su Pueblo Elegido, con Israel, y es también la representación perfecta de la unión entre Cristo y la Iglesia. Muchos piensan que el matrimonio no fue creado y santificado por Dios, cuando en realidad es el pilar de la más santa, primordial e indisoluble institución divina que primero se estableció en la Tierra: la Familia. La Biblia dice claramente que Dios ama a la familia y que odia el divorcio, así como odia el libertinaje del adulterio, la fornicación, la sodomía y la inmundicia. La unión conyugal fue creada, es santísima y apartada para existir sólo en un matrimonio divino, vitalicio e indisoluble entre un hombre y una mujer existencialmente comprometidos. La unión conyugal significa el despliegue de la más completa exposición y transmutación de las dimensiones más sensibles del alma humana, de manera que se conviertan en una sola carne. Fuera de la bendición de Dios, la unión marital se convierte en sodomía y es donde más injerencia demoníaca se produce y se produce en el cuerpo de quien se desvía practicando la impureza. Se debe tratar todo tipo de pecados, y siempre debe haber un verdadero arrepentimiento, una confesión sincera y un abandono inmediato cuando todavía hay tiempo delante de Dios. Hay pecados que destruyen a cada uno en mayor medida la mente, el alma y el espíritu, pero ninguno destruye y pudre tanto el espíritu y el cuerpo como las impurezas sexuales. El mundo de los incrédulos y de los creyentes descarriados juega y están jugando a los dados con los enredos de sus almas y las vendas de sus vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario